Cuando Picasso conoció a Coco Chanel: éxitos, noches de cabaret y el traje de novia de la primera mujer del pintor se dan cita en el Thyssen
A menudo lo que más amamos es lo que menos entendemos de todo, y eso le pasaba a Coco Chanel con la Pintura de Picasso. “Para mí, Picasso es una tabla de logaritmos”, dijo ella. Los dos fueron grandes amigos, y se ha sugerido que quizá también amantes durante un corto periodo. Pero lo que los unía por encima de todo fue un empeño común en proceder a la ruptura de los moldes clásicos para instaurar una nueva forma de clasicismo. Ahora el madrileño Museo Thyssen-Bornemisza se anticipa a las celebraciones del 50º aniversario de la muerte de Pablo Picasso, que tendrán lugar el próximo año, con Picasso/ Chanel (del 11 de octubre al 15 de enero de 2023), una exposición que relaciona a quienes fueron los mayores innovadores del arte y la moda del siglo XX con permiso de Duchamp y Balenciaga, respectivamente.
Cuando se conocieron, en 1917, ambos sobrepasaban la treintena y ya habían triunfado. Para Picasso, habían quedado atrás los tiempos de bohemia en las gélidas buhardillas de Montmartre: sus cuadros salían del taller a buen ritmo gracias al marchante Paul Rosenberg, y los Ballets Rusos de Diaghilev le habían encargado el diseño del decorado de la obra Parade, con música de Satie y dirección de Cocteau; era, pues, un revolucionario bien instalado en el establishment burgués. En cuanto a Chanel, tenía tiendas en Deauville y Biarritz, sus diseños se exhibían en la revista Vogue y había sorteado las restricciones de materiales suntuarios impuestas por la I Guerra Mundial confeccionando con sencillo algodón y punto de lana unos modelos que cobraba a precios extravagantes (“Miserabilismo de lujo”, lo llamó su rival Paul Poiret).
Puede decirse por ello que los dos habían descubierto el secreto de la cuadratura del círculo, y en eso radicó el éxito que disfrutaron durante el resto de sus vidas y más allá.
En el París de entreguerras, Picasso sería invitado habitual en las cenas chez Chanel, los dos compartirían noches en el cabaret Le Boeuf sur le Toit, y Olga Khokhlova, la primera mujer del pintor, se casó vistiendo un diseño de Coco en una ceremonia calificada por Jean Cocteau como “muy Biarritz”. Por otra parte, no cuesta encontrar las influencias del cubismo picassiano en la geometría fluida, el parco cromatismo y el uso de múltiples texturas a modo de collage textil del estilo Chanel. Además, ambos colaboraron en los decorados y vestuario de dos proyectos de Cocteau, Antígona —versión de la tragedia original de Sófocles que fue un gran éxito— y el ballet El tren azul, nueva producción de Diaghilev —poco apreciada en su día— cuyo telón era una versión gigantesca de la pintura de Picasso Deux femmes courant sur la plage.
En cuanto a la posibilidad de que entre ambos existiera algo más que amistad (asunto que ha apuntado John Richardson, biógrafo y amigo de Picasso), Paula Luengo, comisaria de la exposición, es escéptica: “Si tuvieron un flirt, no lo sé, pero yo no pondría la mano en el fuego. Chanel era entonces una mujer soltera, muy moderna y con bastantes affaires, pero mantenía una relación con el poeta Pierre Reverdy, que era amigo de Picasso. Lo que había sobre todo era un respeto mutuo”. Así debía de ser, ya que Picasso dijo célebremente de Chanel que “tenía más sentido común que cualquier otra mujer”, halago personal que en su dimensión colectiva supone una evidencia más de la conocida misoginia del pintor.
Organizada en cuatro salas ( “El estilo Chanel y el cubismo”, “Olga Picasso”, “Antígona” y “El tren azul”), la muestra sigue un orden cronológico. Luengo buscaba limitar su alcance temporal al periodo en el que los dos creadores se relacionaron más intensamente, de 1917 a 1924. Y una de las mayores dificultades que encontró fue localizar suficientes trajes de Chanel en ese momento.: “Hay muy pocas piezas y los materiales son muy frágiles, aparte de que después llegarían la Guerra Civil española y la II Guerra Mundial, por lo que muchas se perdieron. Pero me ha sorprendido ver lo actuales que son a pesar de tener 100 años. Te los podrías poner hoy”. La propia Chanel lo había expresado de forma un tanto soberbia, pero no sin tino: “Que mi leyenda siga su curso, le auguro una larga vida”.
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